
Historias

Parábola del hombre que fue burro, perro y mono
"Cuentan que Dios creó al burro y le dijo que trabajaría de sol a sol y cargaría sobre sus lomos lo que le pusieran, asignándole para vivir 35 años. El burro le dijo: "Señor, todo está bien pero 35 años es mucho. ¿No podrías rebajármelo a 20? Y así hizo el Señor. Luego creó al perro diciéndole que cuidaría de la casa de los amos, comería lo que le dieran y viviría 25 años. Y el perro respondió que sí a todo, aunque le dijo al Señor que con 15 años de vida le bastaba. Y así se hizo. Luego Dios creó al mono, le dijo que haría payasadas para divertir a la gente y quiso que viviera 10 años aunque el mono, que aceptó todo lo demás, le convenció para vivir tan solo 5. Por fin creó al hombre y, tras decirle que sería el ser más inteligente de la creación, le dijo que viviría 30 años a lo que el hombre respondió: "Señor, me parecen pocos ¿no me puedes dar los 15 que rechaza el burro, los 10 que no quiso el perro y los 5 que no aceptó el mono? Consintió Dios y así ocurre: vive 30 años como un hombre, luego se casa y vive 15 como un burro, trabajando de sol a sol y cargando sob re sus espaldas el peso de la familia. Luego se jubila y vive 10 años como un perro, cuidando de la casa y comiendo lo que le den; y, por fin, acaba los 5 últimos años como un mono, saltando de casa en casa de sus hijos y haciendo payasadas para divertir a sus nietos.

Leyenda de la princesa y el pastor
La princesa Orihime (también llamada la princesa tejedora), tejía vestidos para su padre (tejía las nubes del cielo) a orillas del río. Su padre era el rey celestial. Orihime se enamoró de un pastor llamado Hikoboshi. En un principio la relación se desarrolló sin dificultades, pero luego ambos comenzaron a descuidar sus tareas por estar tan compenetrados en su amor.
Al ver que esta situación no se solucionaba, el rey celestial los castigó separándolos y convirtiéndolos en estrellas. Sin embargo, los enamorados pueden volver a verse una noche en el año, el séptimo día del séptimo mes.

El árbol mágico
Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras mágicas.

Leyenda de la verdad y la mentira
Hay leyendas que se alzan como hermosas historias que ilustran la realidad psicológica de nuestras vidas. Esta que hoy os acercamos es una de ellas.
"Cuenta la leyenda, que un día la verdad y la mentira se cruzaron.
-Buen día- dijo la mentira.
-Buenos días- contestó la verdad.
-Hermoso día- dijo la mentira.
Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.
-Hermoso día - dijo entonces la verdad.
Aún más hermoso está el lago- dijo la mentira.
Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió. Corrió la mentira hacia el agua y dijo:
El agua está aún más hermosa. Nademos.
La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa y confió en la mentira. Ambas se quitaron la ropa y nadaron tranquilas. Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.
La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla. Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo".

Por que el gato prefiere a la mujer
En la sabana, en la selva, había un
gato que vivía solo. Se aburría muchísimo y su mayor ilusión era encontrar un
amigo con quien compartir las penas y las alegrías, los juegos y las
conversaciones.
Una mañana se levantó, absolutamente decidido a no parar hasta encontrarlo. Lo
primero que hizo fue dirigirse a la marisma. Allí vio una rana, y la llamó para
que se acercara a la orilla. Cuando estuvo a su lado, le dijo:
-Seamos amigos tú y yo. Sal del agua y hablaremos de nuestras cosas.
La rana salió de la marisma. Le pareció muy buena la idea de ser amiga del gato
y se puso a hablar con él. Charlaron durante mucho rato. Se contaron mutuamente
lo que les pareció más interesante de sus vidas, con el fin de entablar una
buena y sólida amistad.
Mientras estaban hablando, llegó un antílope corriendo. Al ver la rana, se
lanzó sobre ella y , ñam,ñam, se la zampó. Desapareció la rana.
El antílope se marchó corriendo y el gato le siguió, gritando:
-! Detente¡ Si quieres, podemos ser amigos. Charlaremos de nuestras cosas
y nos divertiremos.
El antílope se detuvo. Como siempre estaba corriendo, le gustó sentarse un rato
a charlar con el gato. Se hicieron muy amigos.
Cuando más enfrascados estaban en una agradable conversación, surgió un
leopardo de la espesura de la selva. Dio un salto y mató a antílope. Luego lo
devoró. Desapareció el antílope.
El gato, entonces, dijo al leopardo:
El elefante se agachó y escuchó al gato. En ese momento, llegó un hombre, un cazador. Se puso a disparar flechas. El gato se asustó y se escondió detrás de un arbusto, peor el elefante se quedó inmóvil. Entonces el cazador le lanzó una azagaya y acabó con el elefante. ¡ Lo mató!.
El gato salió de su escondite, se quedó un instante pensativo, y se dijo:
<< ¡ No tengo suerte con mis amigos!, pero este cazador es muy fuerte,
nadie puede hacerle daño. Será un buen amigo para mi, un amigo que me durará
mucho tiempo>>.
Y el gato siguió al cazador hasta su choza.
Delante de la choza, estaba la mujer del cazador. Dirigiéndose a su marido, le
dio:
-¿Eso es todo lo que traes para cenar?
-He matado un elefante- dijo el cazador.
- Tú y yo somos de la misma sangre.
Podemos ser amigos. Ven a sentarte y charlaremos de nuestras cosas.
El leopardo fue a sentarse al lado del gato, en seguida se hicieron muy amigos,
pues como el gato había dicho, ambos llevaban en sus venas sangre
felina.
Cuando más tranquilos estaban, un elefante salió de la selva. Es de sobra
sabido que los elefantes, y los leopardos, no se pueden ver ni en pintura. Así
que el elefante, atacó al leopardo, y le clavó los colmillos. El gato se quedó
sin su amigo el leopardo. Estaba muerto.
Entonces, el gato dijo al elefante:
- Me gustaría mucho tener un amigo. Quisiera un amigo que fuera tan grande y
tan fuerte como tú. Agáchate. Sé muchas historias, y te las contaré al
oído.
-¿Dónde está el elefante?- dijo la
mujer-. No lo veo. ve a buscarlo.
El cazador respondió:
-Estoy cansado, iré luego.
-¡Nada de luego! ¡Ahora mismo!-gritó la mujer.
Entonces cogió el mazo que utilizaba para machacar el mijo y pegó con él a su marido. Le pegó muy fuerte y repetidas veces. El marido gritó:
-¡Basta, basta! ¡Ya voy!
Y, como alma que lleva el diablo, se fue corriendo a buscar al elefante muerto.
Ya no había hombre, ni cazador. ¡Se había ido! A toda la velocidad que sus
piernas y los golpes que había recibido de su mujer, le permitieron.
El gato, entonces, se acercó a la mujer y frotó su cuerpo contra la piernas de
ella. La mujer soltó
o el mazo, que todavía sostenía en la mano, y le acarició el lomo. El gato
ronroneó:
-Tú sí que eres fuerte, realmente fuerte. Charlaremos de nuestras cosas y
nuestra amistad será eterna, ¿quieres?.
La mujer
dijo:
-Quiero.
Desde entonces, el gato y la mujer son muy buenos amigos. Se comunican a la
perfección, y están perfectamente compenetrados. Lo que sabe el gato, la mujer
lo sabe. Todos los secretos de la mujer, el gato los conoce. Ambos se entienden
a las mil maravillas.
Su amistad, sin dudas, fue, ha sido y seguirá siendo eterna.